El viernes comienza una nueva era para Microsoft. Dejará de ser el rey de la computación personal tradicional y abandonará su histórica guerra bilateral con Apple (más la competencia con Linux en el terreno corporativo). Entrará en un conflicto multilateral, en el que chocará con dos compañías que, en sus áreas respectivas, la aventajan muchísimo: Google y Apple, que dominan el espacio de los smartphones y las tabletas; Apple sigue ganando terreno en el mundo de las computadoras personales con sus Mac, y Google está haciendo pruebas al respecto con su línea Chromebook (incluyendo una notebook de 250 dólares). En el espacio corporativo, claro, seguirá chocando con Linux (ya lo hará en lo móvil: Android está basado en ese sistema operativo).
Microsoft lo hará con una apuesta ambiciosa: un producto que, en teoría, funciona bien en los tres lados del triángulo que compone la computación personal: los equipos de escritorio, las portátiles (que incluyen tanto a notebooks como a tabletas convertibles) y los móviles, con una versión reducida llamada Windows Phone 8.
No tenía alternativa: sus casi treinta años como la plataforma de computación personal más popular del mundo están en juego, y más de uno dirá que ya han terminado, y que el ganador es otro. Podría ser Apple, que vendió más tabletas iPad que sus competidores equipos PC en el último trimestre, y cuyas Mac crecen cuando el mercado de PC se estanca; podría ser Google, que demostró, como la firma fundada por Steve Jobs, que un sistema operativo creado para dispositivos móviles puede cumplir con creces las necesidades computacionales comunes de la mayoría de nosotros. Y hay ejemplos (como la línea Transformer de Asus) de tabletas con teclado que corren Android, funcionan muy bien y podrían reemplazar a una notebook (lo mismo que un iPad con teclado físico).
La PC está cambiando
En Apple dicen que estamos en el mundo post-PC; en Microsoft, que es el mundo PC-más (es decir, sin la PC como único objeto informático). No importa: lo cierto es que Microsoft ya no es el líder indiscutido y, de hecho, es el ausente conspicuo en el segmento de la informática que hoy crece (tabletas y smartphones) y que equipara en unidades vendidas al de las PC.
Es una apuesta inteligente pero riesgosa. Si bien Windows 8 funciona sin inconvenientes en una PC tradicional, sus prestaciones táctiles dependen de la renovación de equipos
Para mantenerse relevante Microsoft creó una interfaz de usuario basada en el tacto, y relegó el Escritorio tradicional. Es una apuesta inteligente pero riesgosa, porque depende de la renovación de equipos: sí, Windows 8 funciona sin inconvenientes en una PC tradicional, y su nuevo modo de uso (orientado a pantallas táctiles) ha tenido, en general, muy buena recepción. Pero implica volver a aprender a usar Windows (por muy sencillo que sea) y todo aquel que tenga una PC sin pantalla táctil encontrará que usarlo con mouse y teclado es posible, y relativamente sencillo, pero algo frustrante. Lo hemos dicho: sin una pantalla táctil no hay apuro para subirse a Windows 8; si se planea comprar un equipo nuevo es una excelente opción.
Hacer de la nueva interfaz de usuario el elemento principal de su renovación es necesario para que W8 sea masivo y, así, atraer a los desarrolladores de nuevo cuño, que no han tenido hasta ahora gran interés por las plataformas Windows. La buena noticia es que, en general, y salvo algunas limitaciones que Microsoft deberá corregir sin demoras, la nueva vista de Windows 8 funciona muy bien, con una estética muy limpia y, a la vez, dinámica y personalizable. Todavía, sin embargo, le falta sumar más aplicaciones que aprovechen la nueva interfaz (más allá de que las tradicionales funcionen en el modo Escritorio en equipos con chips de Intel o AMD).
Microsoft, además, se enfrenta a un Google que tomó su concepto de horizontalidad (hacer el sistema operativo y dejar que otros lo vendan en los equipos) y le dio una vuelta de tuerca, ofreciéndolo gratis. Por eso Microsoft ya anunció que a su consola de videojuegos y sus periféricos agrega más hardware de marca propia (la tableta Surface) y que esto será una constante a futuro, acercándose a la verticalidad de Apple (que diseña su propio hardware y software). Sus socios tradicionales no están muy felices, claro. No tienen, igual, demasiado margen de maniobra. Es Windows 8 (y Windows RT) o pasarse de lleno a Android, pero allí el peso pesado Samsung se lleva casi todas las ventas y las ganancias.
Windows 8 ya ha sido probado y testeado por 16 millones de entusiastas, su tableta Surface se conoce hace meses, su intención de meterse más adentro del mundo del hardware ha sido explícita
Como pocos, este anuncio trascendental para Microsoft no esconde nada: Windows 8 ya ha sido probado y testeado por 16 millones de entusiastas, su tableta Surface se conoce hace meses, su intención de meterse más adentro del mundo del hardware ha sido explícita. La clave estará en la adopción que sume en los próximos meses, donde se enfrentará a una competencia cerrada (que Apple haya renovado su iPad seis meses después de la tercera versión no es por error; que Google planee un anuncio el lunes próximo tampoco lo es) y a la queja comprensible de algunos de sus usuarios porque cambia la manera en que estaban acostumbrados a usar una PC.
Se le suman otros elementos intangibles; Microsoft no tiene hasta ahora una imagen cool como sí la tienen Apple y Google. Pero en general cuando la compañía está perdiendo terreno (y está obligada a innovar) es cuando hace sus mejores productos. Esto, claro, no asegura su éxito. Así, Windows 8 será un paso doloroso pero necesario, si Microsoft quiere tener un futuro a largo plazo en las computadoras personales.
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El viernes Microsoft juega la mayor apuesta de su historia
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